
Estados Unidos está viviendo con China un “momento Sputnik”, es decir, el pánico que empresarios y políticos tuvieron cuando la Unión Soviética lanzó en 1957 el primer satélite artificial de la historia e hizo que muchos creyeran que los rusos estaban muy adelante en la carrera espacial. Pero así como en ese entonces los estadounidenses exageraron, al creer que la Unión Soviética podía competirles, igual ahora exageran al creer que la versión barata de ChatGPT es una amenaza existencial.
Pero ¿por qué están tan preocupados los políticos y empresarios estadounidenses con la copia china de ChatGPT, un modelo de lenguaje de gran tamaño llamado DeepSeek? Básicamente, porque la herramienta logró hacer lo mismo que los principales chatbots de inteligencia artificial de Estados Unidos, pero a una fracción del costo.
Porque no usaron los chips más avanzados -ya que Estados Unidos se los prohíbe a China- y porque se “saltaron pasos”, por decirlo de alguna manera, es decir, no tuvieron que usar la misma cantidad de datos para su modelo y, por consiguiente, tampoco necesitaron ocupar tanta energía en procesarlos.
Hay una trampa, sin embargo. Microsoft y el propio Open AI recaban evidencias que sugieren que DeepSeek logró entrenar a su propio modelo tomando los datos de la estadounidense Open AI, en un proceso que se conoce como “destilación”. De confirmarse que que el logro se basó en robar un modelo más grande para construir uno más pequeño y más barato, constituiría, otra vez, un caso de robo de propiedad intelectual, como tantos otros que Estados Unidos le ha permitido a China realizar. Ya no sería sorpresa a estas alturas, para un país especializado en copiar tecnologías.
En cualquier caso, sí hay una innovación, porque el resultado de lo que DeepSeek hizo fue mucho más rápido y barato, lo cual abre nuevas posibilidades para todos los participantes en esta carrera. Y es por esa reducción de costos por la que se sacudieron los mercados, especialmente las empresas estadounidenses de inteligencia artificial y de chips avanzados -como NVidia- porque los inversores habían puesto miles de millones de dólares en esas compañías bajo la creencia de que sus modelos de entrenamiento de Inteligencia Artificial eran el único camino a seguir. Parece que no es así. Y debido a ese cambio, estamos entrando a partir de este 2025 a una nueva etapa de la carrera tecnológica.
Ahora. ¿Significa este avance de una empresa china que ambos países, Estados Unidos y China, tienen las mismas posibilidades de ganar la competencia de la Inteligencia Artificial? No. Si bien DeepSeek NO usó los chips más avanzados para construir su modelo -esa es su gran aportación- esos semiconductores siguen siendo los más poderosos. Y no los produce China, sino Estados Unidos. Y esa es apenas la ventaja inicial norteamericana: ¿quién quiere ir a China a trabajar? ¿Cuántas personas de otros países están deseosas de ir a Beijing a aprender mandarín y que sus resultados sean poseídos por el Partido Comunista? Y cuántas prefieren ir a California, Nueva York o Florida para desarrollar sus propias ideas, sin posibilidad de que nadie más se adueñe de ellas. Estados Unidos sigue teniendo una enorme ventaja en la atracción de talento del resto del mundo, a pesar de que el sector más nativista del bando de Donald Trump quería quitar todas las visas de trabajo para extranjeros. En eso sí Elon Musk hizo un buen trabajo de asesoramiento al presidente: atraer ese talento es clave para la innovación.
Albert Einstein migró de Alemania a Estados Unidos, de un gobierno represivo y autocrático, a uno abierto y democrático, donde las ideas no son castigadas y donde la propiedad intelectual es protegida. Dos elementos clave en la innovación científica y tecnológica. Claro que Estados unidos no es, ni era perfecto en esos tiempos, y Einstein lo vio cuando supo de la segregación racial en ese país. Sin embargo, el elemento clave que hace a Estados Unidos un polo atractor de talento, es su libertad de pensamiento. Libertad para cuestionar, para estar en desacuerdo. La inconformidad y el individualismo, caóticos y ruidosos, son la semilla de la innovación.
China nunca será el nuevo Estados Unidos, porque la clase gobernante jamás aceptará esa libertad. Y la mejor prueba está en que DeepSeek se niega a responder cualquier pregunta crítica del régimen comunista chino. Parece una nimiedad, pero no lo es, es un síntoma de un problema más grande: de la prioridad que el Partido Comunista pone en tener el control, por encima de otorgar la libertad necesaria para incentivar la creatividad. Exactamente la misma razón por la que la Unión Soviética empezó fuerte la carrera espacial, pero cayó eventualmente ante los obstáculos que inevitablemente surgen con la economía planificada y centralizada bajo criterios políticos.
Y más equivocados están aun, quienes creen que este avance de una empresa china es prueba de que la economía de ese país avanza boyante. Para nada. Incluso si China hiciera todo bien en inteligencia artificial -y esa es una muy temeraria suposición-, sus contradicciones internas no cambian: un sector inmobiliario irreparable (porque construyeron más casas que personas tiene el país), una deuda estratosférica -más de tres veces el tamaño de su economía-, y la población que más rápido envejece en todo el planeta, lo cual los llevará, inevitablemente, a que su consumo se desplome (ya está pasando) y a que la fuerza laboral se achique.
Pero. Tampoco se trata de confiarse. Es bueno para Estados Unidos que sientan pánico y se tomen en serio la amenaza china. Porque la última vez que se sintieron amenazados por una carrera tecnológica, crearon el programa espacial y formaron la NASA. Y tal vez ahora sí todos en el país se convencerán de que ya no estamos en los años felices -e ingenuos- de la cooperación internacional y el libre mercado global. Esta es la era de la competencia entre grandes poderes y quien no lo entienda así, está destinado a perder.