Rusia no va a rescatar a Nicolás Maduro si explota una revolución en Venezuela. Eso está claro. Si Vladimir Putin no fue capaz de mantener a Bashar Al-Assad en el poder en Siria, tampoco será capaz de soportar a Maduro.
Sin embargo, eso no significa que el gobierno de Venezuela está a punto de desplomarse. Porque aunque Putin ayuda a Maduro, el nivel de involucramiento de Rusia en Venezuela no es tan grande como el que tenía en Siria. Por una razón muy sencilla: Venezuela está demasiado lejos para las capacidades militares rusas. Siria es lo más lejos que Rusia, o incluso la Unión Soviética, han podido llegar en términos militares.
En Siria, Putin envió tropas y realizó bombardeos. Porque en ese país tiene bases militares estacionadas que le permitían transportar todo ese equipo. Tenía porque, al parecer, esas bases están por ser desalojadas según imágenes satelitales.
En Venezuela, en cambio, lo máximo que Putin ha podido hacer es desplegar a miembros del grupo Wagner, una organización conformada por mercenarios y ex reos cuyo impacto ha sido importante en África, pero no es claro qué rol han desempeñado en Venezuela más allá de resguardar a Maduro y a sus oficiales más cercanos. Grupo Wagner, además, ha quedado debilitado luego de perder decenas de miles de miembros en Ucrania y la crisis económica en Rusia no les permite desplegarse con la facilidad con la que lo hacen en África, donde prácticamente se les permite sacar rentas de los lugares que dominan.
Ademas, En Syria, Assad cayó luego de 13 años de guerra civil, en la que los rebeldes controlaban ciudades enteras al margen del régimen sirio. En realidad, aunque las noticias hacen parecer que fue algo rápido, el colapso de Assad fue muy gradual y precipitado en su última etapa. En Venezuela no solo ninguna región está en manos de la oposición, tampoco hay una resistencia armada que ponga en jaque la estabilidad del gobierno central.
Otra diferencia importante es que en Siria había varios actores influyendo simultáneamente en el conflicto. Con apoyo militar directo. Turquía, Estados Unidos, Rusia e Irán, cada uno realizaba sus propias operaciones. En Venezuela, sin embargo, ninguno de esos actores tiene presencia significativa más allá del apoyo o el bloqueo económicos.
Y por su localización geográfica, Estados Unidos es el único poder relevante que tiene la fuerza para determinar el destino de Nicolás Maduro y su régimen. Hice sin embargo todo un video explicado por qué la oposición en ese país tiene demasiadas esperanzas en Donald Trump.
¿Le conviene a Donald Trump la caída del régimen de Maduro? Yo diría: no necesariamente en el corto plazo. Lo que nos han enseñado otras caídas de un régimen dictatorial, en Libia, en Siria, en Haití, es que el caos suele ocupar los vacíos de poder. Y lo que menos necesita Estados Unidos en este momento es otro flujo masivo de migrantes venezolanos. Si la oposición no ha sido capaz de tomar el poder a Maduro, ¿será capaz de mantener una Venezuela estable y sin guerra civil abierta?
Invertir en la caída de Maduro es una inversión de largo plazo que no estoy seguro que Trump quiera hacer, porque la situación económica de Venezuela no va a mejorar de inmediato incluso si la dictadura es derrumba mañana. La petrolera estatal lleva décadas en decadencia; el régimen nombró operadores políticos en lugar del personal calificado que la dictadura mandó al exilio o que arrestaron por oponerse a los cambios. Además, la infraestructura de la petrolera estatal fue abandonada, incluso desmantelada para vender sus partes como chatarra, luego de que las sanciones estadounidenses desplomaron la producción de petróleo.
No era un desenlace inevitable. Irán ha sufrido el mismo declive en producción debido a las sanciones de Estados Unidos, sin embargo ellos sí conservaron las instalaciones de su industria. Este contraste, de nuevo confirma, que la tragedia venezolana es principalmente culpa de la incompetencia de sus líderes.
Asi que, me gustaría decir que la huida rusa de Siria significa que los días de los otros dictadores que Rusia apoya están contados, como a Daniel Ortega en Nicaragua. Pero no es así, porque más allá de su propaganda, Rusia no es tan importante más allá de sus propias fronteras.