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Rusia encontró el "punto débil" de Estados Unidos: propaganda

Foto del escritor: Esteban RománEsteban Román
Rusia vs Estados Unidos

Rusia no tiene el poder militar que todos creíamos antes de Ucrania. Su fallida invasión -que Putin pensaba duraría tres días-, reveló que su Ejército no sería capaz de vencer militarmente a la OTAN si se enfrentaban. Y ahora, su expulsión de Siria revela que es incapaz de mantener operaciones militares más allá de sus propias fronteras. 


Pero sería un error que Estados Unidos creyera que, debido a esa debilidad, puede dejar a Rusia hacer lo que quiera sin preocuparse por las consecuencias.  


Porque mientras el régimen de Vladimir Putin viva, Rusia intentará debilitar a Estados Unidos y a sus aliados de la forma en que sí ha logrado dañarlos: con sabotajes y desinformación. No es poca cosa: en 2021 el ataque ruso a la empresa estadounidense Colonial Pipeline dejó cinco estados sin combustible, desde Florida hasta Carolina del Norte. Y ese es solo uno de decenas de ciberataques rusos a la infraestructura crítica estadounidense, de agua, de electricidad, de seguridad, hospitalaria. En Europa, Rusia ha estado detrás de incendios en Polonia, Lituania, Alemania, Latvia y República Checa. En Francia hizo colapsar la red ferroviaria el primer día de las olimpiadas; en Reino Unido ha actuado para desaparecer a disidentes y periodistas; en África usa a milicias locales para promover la migración descontrolada hacia Europa. Por ese tipo de operaciones es que 750 rusos han sido expulsados de las embajadas europeas que los albergaban. 


Pero lo más dañino de las acciones rusas contra nuestros países en Occidente, aunque son menos visibles, son las campañas de desinformación. Porque vuelven a nuestras propias democracias en nuestra contra.


Rusia encontró que el punto débil de las democracias, su gran desventaja, es que gran parte de los votantes son personas crédulas, manipulables, deseosas de encontrar explicaciones fáciles a fenómenos sociales, políticos o económicos demasiado complejos como para que esa gente los entienda. Rusia quiere que esos millones de crédulos, una vez adoctrinados, influyan en los gobiernos occidentales. Por eso crea medios de comunicación, como RT, y financia a influencers como Tim Pool, Dave Rubin y Benny Johnson, para que éstos difundan las más locas teorías conspirativas, nunca contrarias a Rusia, por supuesto, sino dedicadas a generar desconfianza dentro del propio país democrático. 


Por eso Tucker Carlson, el más influyente vocero de la derecha estadounidense, ha viajado dos veces a Moscú en menos de un año, haciendo esfuerzos ridículos por pintar a ese país como un aliado de los valores conservadores de Estados Unidos, mientras en Latinoamérica el canal ruso RT en español vende la narrativa contraria: que Rusia es un aliado de la izquierda contra el imperialismo estadounidense. Y ambos grupos de ingenuos, dentro y fuera de Estados Unidos, caen redondos. Por eso ven a Putin como su aliado, al mismo tiempo, los izquierdistas latinoamericanos, las dictaduras en Venezuela y en Nicaragua, y los políticos MAGA dentro de Estados Unidos, como Marjorie Taylor Greene y Tulsi Gabbard. Rusia los ha manipulado a todos. Esa es la razón por la que a los prorrusos estadounidenses de derecha y a los prorrusos antiestadounidenses de izquierda los une su odio a Ucrania. Al final, sólo son marionetas. 


En nuestras democracias, en las que cada persona es un voto, poder dictar la opinión de los más crédulos es una gran hazaña. Una corte en Rumania acaba de anular las elecciones presidenciales de ese país luego de descubrir que el candidato prorruso, Calin Georgescu, tergiversó el algoritmo de Tik-Tok para manipular a los electores de ese país.


Este tipo de personajes, políticos y líderes de opinión, son seguidos por millones de personas porque suenan genuinos. Se venden como los nuevos, los auténticos, los que “se atreven a decir lo que los demás no”, pretexto perfecto para decir locuras sin sustento. 


Y mientras, en lugar de dedicar recursos para tapar la grieta en su armadura, Estados Unidos da 63 mil millones de dólares en promover la democracia, la igualdad, el empoderamiento femenino, entre otras causas. Una ayuda que ni siquiera le agradecen. En países como México y Venezuela, los gobiernos lo ven como un acto de intervención. 


Y así, mientras Estados Unidos y Europa gastan más en promover la igualdad y los valores democráticos que en armar a Ucrania, Rusia financia el descontento y el rencor dentro de sus democracias. Ahí radica la verdadera amenaza de Rusia. El desenlace de lo que pase en Ucrania dependerá de qué suceda primero: el colapso económico de Rusia o la llegada al poder en los países de Occidente de marionetas o de tontos útiles beneficiarios de la propaganda difundida por el Kremlin.



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