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Foto del escritorEsteban Román

¿Puede México decirle "no" a Donald Trump?

Mexico y Donald Trump

Todavía no termina el gobierno de Joe Biden y Estados Unidos ya está presionando a México para que abandone su política de “abrazos, no balazos” contra el crimen organizado. El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, acusó al presidente anterior, Andrés Manuel López Obrador, de rechazar la ayuda que Estados Unidos le ofreció para combatir al crimen organizado. 


Este es apenas un calentamiento de lo que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tendrá que enfrentar con Donald Trump, quien ya dijo que aplicará 25% de aranceles a todo lo que México le vende, si no detiene el tráfico de fentanilo. Por supuesto, esa no es la única arma a disposición de Estados Unidos: Desde su presidencia anterior, Trump amenazó con designar a los cárteles como organizaciones terroristas, lo cual le daría las bases legales para meter tropas a México o bombardear sitios que considere controlados por esos criminales. Trump ya lo adelantó también: impondrá medidas similares para frenar la migración desde México. 


Muchos creen que Trump no cumplirá sus amenazas, por lo importante que México es para Estados Unidos. Y lo es. Sin embargo, el nivel de dependencia no es el mismo de ambos lados. Estados Unidos es una economía de consumo, podría depender de si mismo si está dispuesto a pagar el precio en inflación, pues pagar a un estadounidense es mucho más caro que pagarle a un chino o a un mexicano; pero en cuanto a ventas, sólo 2% de sus empleos dependen de exportaciones hacia México y Canadá. Los más nacionalistas en ese país arguyen incluso que la inflación es un buen precio a pagar si las compras a México pueden ser sustituidas con trabajos para estadounidenses, aunque salgan más caros.

 

México, sin embargo, es lo opuesto: cuando menos 5 millones 400 mil empleos en ese país dependen del comercio con Estados Unidos. Y el 83% de todas las exportaciones mexicanas tienen como destino a su vecino del norte. Es decir, un cuarto de todos los empleos formales de México y en tercio de todas sus ganancias, vienen de Estados Unidos. Y ese comercio, y esas ganancias, no pueden ser sustituidas por nadie más, contrario a lo que creen los creyentes de ese cuento de hadas llamado BRICS. Porque incluso si China, Rusia, India, y toda América Latina juntos quisieran comprarle a México esos productos -que no quieren, porque esos países son primordialmente exportadores-, no lograrían sustituir el poder de compra del consumidor estadounidense. Estados Unidos, por sí solo, concentra el 30% del consumo del planeta. Los 27 países de la Unión Europea, que es el segundo mayor comprador del mundo, no llega ni a la mitad de esa cifra. 


Así que no. México no puede simplemente decirle que “no” a Estados Unidos. Necesita negociar. Pero el problema en realidad no son ni Sheinbaum, ni Trump, quienes pese a toda su retórica, parece que entienden la importancia de la relación bilateral. Sheinbaum mencionó desde su campaña el “nearshoring” (atracción de inversiones para exportación a Estados Unidos) como la principal apuesta económica de su gobierno. Y Trump negoció un acuerdo de libre comercio durante su gobierno que terminó siendo beneficioso para ambas partes.


El problema es qué tanto Trump y Sheinbaum preferirán los aplausos fáciles de sus bases políticas, antes que la conveniencia económica de sus países. Porque aceptar los aranceles a cambio de decirle “no” a Trump, sin duda sería celebrado por los más radicales en México. Y castigar a México si no detiene toda la migración y todas las drogas -lo cual es imposible- sin duda sería aplaudido por los más radicales en Estados Unidos. Pero una enorme inflación en Estados Unidos y una crisis económica en México estarían aseguradas. Esa es la tentación que Trump y Sheinbaum tendrán que resistir por el bien de sus países.


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