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México se alinea a Estados Unidos, aunque Sheinbaum sea de izquierda

Foto del escritor: Esteban RománEsteban Román
Sheinbaum se alinea con Trump

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quiere más Estados Unidos en México. No lo dice abiertamente, porque no puede, pero el plan que acaba de presentar le apuesta a la relación comercial con Norteamérica para convertir al país en una de las diez mayores economías del planeta, con la creación de un millón y medio de empleos en manufactura especializada -la que va a hacia Estados Unidos- y recibir 100 mil millones de dólares de inversión extranjera directa, destinada al nearshoring, es decir, Estados Unidos.


Eso quiere decir, que le apuestan a que Donald Trump no descarrilará el tratado de libre comercio con México, pese a sus amenazas de aranceles.  O tienen mucha confianza en su relación con el presidente estadounidense o saben que no tienen alternativa. 


¿Pero cómo? Dirán los mexicanos izquierdistas, ¿acaso no Claudia Sheinbaum se ha enfrentado a Donald Trump? Es un juego muy astuto. Mientras la presidenta de México se muestra combativa frente a Trump en las palabras -satisfaciendo así los impulsos antiestadounidenses de su base dura izquierdista-, en sus acciones hace caso a las demandas del empresario: ofreciéndole cooperar deteniendo la migración y recibiendo a los deportados; cerrando la mayor plaza comercial en la Ciudad de México donde vendían productos chinos; pidiendo a los gobernadores evitar las inversiones chinas, e imponiendo aranceles de 35% a la entrada de todos los productos textiles que no provengan de países con los que México tiene tratados de libre comercio, es decir, China. 


Sheinbaum aplica a la perfección el guión que le heredó su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, el fundador del actual partido dominante en México, Morena. AMLO, como es más conocido, evitó confrontarse con Trump en 2019 cuando el empresario amenazó la primera vez con aplicar aranceles, pero tampoco se dobló públicamente, como recién hizo el defenestrado Justin Trudeau. Un fino balance diseñado por el entonces canciller Marcelo Ebrard, el mismo que ahora ayuda a Claudia Sheinbum como ministro de Economía. 


La estrategia fue tan exitosa hace 5 años, que la base izquierdista de López Obrador consideró que el entonces presidente había hecho un trabajo digno, aunque cedió bastante en los hechos, permitiendo que los migrantes solicitantes de asilo se quedaran en México esperando la resolución judicial de sus peticiones. Para efectos prácticos, México se convirtió en un “tercer país seguro”, que es el tipo de trato que la Unión Europea tiene con Turquía para dejar ahí a millones de migrantes que buscan llegar a Europa, con la diferencia de que Turquía cobró 11 mil millones de euros, mientras México sólo evitó una guerra comercial. Pero esos fueron detalles que no llegaron a la mayoría de las personas.  


En suma, la presidenta de México se enfrenta a Trump frente a las cámaras, y con palabras muy bien medidas, mientras manda todas las señales posibles, con acciones, de que su prioridad es Estados Unidos, y de que no los va a cambiar ni por China ni por nadie más. 


Y hace lo correcto. México no tiene alternativa. Ningún otro mercado sería capaz de absorber las manufacturas en las que México se ha vuelto especialista y a donde se dirigen 80% de todas las exportaciones mexicanas. Además, Sheinbaum puede confiar que Estados Unidos también depende en buena medida de México. No al mismo grado, porque sólo 16% de las exportaciones estadounidenses van hacia su vecino del sur, pero algunos estados como Texas y empresas como General Motors necesitan a México para operar. El país es, en este momento, insustituible para ambos.


Hay, sin embargo, dos problemas en el plan de Sheinbaum. Si el Donald Trump de 2025 no es el mismo que el de 2019, el republicano no se conformará con acuerdos de papel donde, en teoría, México cede en comercio y en migración, pero hace un pobre trabajo en respetar los acuerdos. Recordemos: López Obrador tuvo suerte con la pandemia, esa fue la principal razón de la reducción migratoria hacia Estados Unidos, mientras que el tráfico de fentanilo -que es la otra demanda de Trump- ya no causa tantas muertes como antes, pero no por una acción mexicana sino, entre otras razones, porque los narcotraficantes han aprendido que ya no deben matar a sus clientes con dosis demasiado potentes. ¿Pedirá Trump a Sheinbaum pruebas concretas de que sus acciones reducen la migración y cortan el tráfico de drogas? 


Segunda incertidumbre: ¿intentará Trump, en serio, traer de vuelta a Estados Unidos los trabajos de manufactura que migraron hacia México desde los años 90? Si es así, aplicará aranceles sin importar lo que México haga. Si ese fuera el caso, no importa cuán brillante haya sido el plan de Sheinbaum, el país tendrá un desplome económico. 


Nadie sabe con total certeza cuál de esas dos versiones de Trump será la que prevalezca. Pero si la lógica se impone, Trump no desperdiciará la oportunidad de construir en México la base industrial que reemplazará a China como proveedor de manufactura. A menos que esté dispuesto a que los consumidores estadounidenses paguen el precio en inflación -porque producir los mismos productos en Estados Unidos sería mucho más costoso-, y que algunos de esos productos, simple y sencillamente desaparezcan de los anaqueles, porque las cadenas de suministro no se construyen de la noche a la mañana, y jamás serán tan baratas para los estadounidenses con cualquier otro país diferente a México, tanto por cercanía geográfica como por la experiencia de décadas entre ambos países. 


En todo caso, y pese al factor Trump, Claudia Sheinbaum hace bien en apostar por Estados Unidos, que es la vía más corta de prosperidad para México. Lástima que, al disfrazar esa realidad ante su público, mantiene a la izquierda mexicana con la creencia irreal de que el país no necesita de los mercados, del capitalismo, de los inversionistas extranjeros y otros factores que a la izquierda le gusta culpar de todos los problemas latinoamericanos. 


Pero quien sabe, quizá es lo mejor en el corto plazo, pues nunca será fácil eliminar enraizadas creencias populares y una historia contada bajo la idea de que todos en América somos NO herederos, sino víctimas de las malvadas personas blancas provenientes de Estados Unidos y de Europa. Conveniente relato para desligar a los gobernantes de SU  responsabilidad en el atraso de sus países.   


Ya sea por necesidad o por un intento deliberado de mantener vivo el mito de la victimización latinoamericana, la forma como la izquierda en México separa el discurso nacionalista de sus acciones capitalistas, es la razón principal por la que el partido político Morena es el proyecto de izquierda electoralmente más exitoso del continente. Prácticamente han borrado del mapa a la oposición en el país en los tres niveles de gobierno, en el Poder Legislativo e incluso en el Poder Judicial. Porque mientras Morena alimenta a sus bases con espectáculos nacionalistas, cuando se trata de economía... tienen mucho cuidado de no alterar demasiado la ortodoxia capitalista. Y gracias a eso, factores como la inflación y el tipo de cambio se mantienen relativamente estables. 


Por eso, contrario a lo que pronosticaron los opositores a la izquierda en México, -que no derechistas porque esos en realidad no existen en ese país, aunque ese es otro tema- nunca hubo una crisis económica con López Obrador, y por eso no se ve que en lo inmediato, México vaya a transformarse en Venezuela. El nivel de incompetencia económica de Hugo Chávez y Nicolás Maduro es de otro nivel. 


Temo, eso sí, que un gobierno mexicano posterior, convierta a López Obrador en el nuevo Juan Domingo Perón. Un referente de izquierda que lo único que hizo, fue sumir a Argentina en crisis económicas constantes durante 70 años. No al nivel de Venezuela, pero sí generando el suficiente paternalismo estatal para condenar al país a nunca utilizar su pleno potencial. 


Tarde o temprano hay que explicarle a la gente cómo funciona la economía y dejar de hacerle creer que mágicamente el gobierno puede mantenerlos sin dar nada a cambio. De lo contrario, no entenderán las razones cuando llegue una crisis y serán incapaces de salir de ella. Así fue como Argentina se endeudó cada vez más durante 70 años durante el peronismo, así fue como Nicaragua terminó siendo un país donde la gente no puede ni alcanzar la canasta básica, y así fue como Venezuela se hundió en la dictadura en la que se encuentra ahora. 


A México le irá razonablemente bien, siempre y cuando la izquierda en ese país no cometa el error de Ortega, Maduro y Kirchner, de llevar toda completa, la ideología a la práctica.  



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