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Empieza la verdadera guerra comercial de Trump contra China

  • Foto del escritor: Esteban Román
    Esteban Román
  • 3 abr
  • 3 Min. de lectura



El mundo se sacude, con el anuncio de Donald Trump de imponer nuevos impuestos a prácticamente todo lo que el resto del mundo le vende a Estados Unidos. Los famosos aranceles. Empecemos con la buena noticia: el gran perdedor es China. 


Buena noticia porque significa que el dueño de Tesla no logró convencer al presidente de que China podía ser un aliado comercial… noción absurda, pero que varios en el ala MAGA estaban extrañamente interesados en impulsar en los últimos meses. Los mismos que lograron implantar la idea entre millones de estadounidenses de que Rusia no es un enemigo de Estados Unidos. 


Con el acumulado de aranceles que ahora tendrán los productos chinos -34% adicional al 20% que ya se les había impuesto- ahora los productos serán 54% más caros para las empresas importadoras, de lo que eran el año pasado. Y esto podría ser solo el principio. Así que si querían renovar su iPhone, más vale que lo hagan ahora o conservar el que tienen. Las acciones de Apple, por cierto, fueron de las que más cayeron este día. Hasta ahora. Todo se está moviendo rápido.  


Qué tan buena noticia geopolítica es esta, dependerá de lo que pase con México y Canadá. Doug Ford, el gobernador de Ontario, era el más agresivo en contra de la guerra comercial lanzada por Estados Unidos; sin embargo, su primera reacción al saber que Canadá no estaba en esta lista de aranceles recíprocos anunciados hoy fue volver a hablar de la unión norteamericana. 


Pero… hasta el día de hoy ni siquiera el secretario de Comercio de Estados Unidos, Scott Bessent, horas después del anuncio, sabía qué iba a pasar con los dos más cercanos socios comerciales de Norteamérica. Si los aranceles totales a México y Canadá son menores a los aplicados a China, lo cual parecería lógico que suceda, el balance en el largo plazo es favorable para Norteamérica, porque significará que las inversiones occidentales en China pueden seguir abandonando el país asiático con la confianza de saber que ningún otro país será tratado peor en el mercado estadounidense… suponiendo, claro, que las cosas no cambien radicalmente. 


Y es ahí donde viene la mala noticia: la incertidumbre. Seguimos igual. Nadie sabe exactamente qué va a pasar porque parece que el presidente de Estados Unidos toma decisiones según cómo se levantó de la cama cada mañana. Ni siquiera su secretario de Comercio sabe los detalles. Y segundo, porque estamos entrando a terrenos inexplotados. Nunca en la era moderna, la economía estadounidense había operado con estos niveles de costos provenientes del extranjero. Nadie sabe qué va a pasar.


¿Qué es lo que saben las empresas y los inversionistas? Lo mismo que sabemos todos los demás. Estamos en una montaña rusa de anuncios que a veces son contradictorios. De lo único que tienen certeza es que sus costos en el corto plazo se incrementarán sin importar lo que hagan, porque una fábrica en Malasia no se quita y se pone en Alabama de la noche a la mañana y sin enormes costos. Eso es lo que sí saben. ¿Qué es lo que no saben? Cuánto de ese incremento en sus gastos se puede trasladar a sus clientes sin perderlos. En consecuencia, ¿qué pueden hacer para mantener sus márgenes de ganancia, para no perder dinero? Recortar gastos: cancelando pedidos, acumulando inventarios y recurriendo a despidos. 


Sólo en febrero de este año, los empleadores en Estados Unidos despidieron a 172 mil personas, el peor febrero desde 2009, cuando todavía se sentían los efectos de la gran crisis financiera internacional. Un incremento de 250% respecto del último mes del gobierno de Joe Biden. Y eso que todavía no sabíamos en ese entonces la magnitud de los aranceles que se acaban de anunciar. 


En suma: todos pierden, sobre todo países asiáticos como Vietnam, pero China pierde más. ¿Esto va a detonar el empleo y el crecimiento económico en Estados Unidos? La mayoría de los economistas, directivos de empresa y gerentes de inversión no cree que eso pueda ocurrir en años. ¿Soportarán los votantes estadounidenses la creciente inflación y el desempleo durante años ante la promesa de la tierra prometida? ¿Del regreso de la manufactura a Estados Unidos? Ya veremos.

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